En un momento vi mi cuerpo lleno de sangre, con mi cráneo roto y extremidades inmóviles. Varias personas presenciaban eso. Nadie hizo nada, la mayoría eran conocidos míos y miraban con indiferencia.
En sus rostro tenían una gran sonrisa, mirarlos me era tan doloroso, pensando que alguna vez mantuvimos un vinculo importante, pero ahora esperaban que acabara con mi vida.
-Mírate como estas, esas personas ya no están en tu corazón ¿Te diste cuenta?, lo sentimientos que siempre tuviste hacia ellos, nunca fueron reales, tus momentos de felicidad nunca existieron -mientras alguien decía eso, di media vuelta y vi a un pequeño niño vestido de negro, sus ojos claros y cabello oscuro, era una extraña combinación.
-Me podrías decir ¿Quien eres tu, y para que has venido?- mire estúpidamente, ahora estando cada vez más cerca del barranco.
- No hay necesidad de decir mi nombre tu lo conoces bastante bien, quizá en esta forma no me conozcas, pero si no mal no recuerdas te he visitado en sueños. Gracias a mi has tenido el gusto de disfrutar aquellas deliciosas noches de sufrimiento y agonía - se me acercó lentamente hacia mi, pero se detuvo y replico - Por poco lo olvidaba, he venido a esperarte y mirar como acabas con tu vida- Mostraba una amplia sonrisa, se le formaban margaritas en sus mejillas, era adorable, pero sus pensamientos no lo eran.
En mi corazón comencé a sentir leves punzadas que a cada minuto se volvían mas fuertes, era como si te clavaran muchas estacas en el pecho y algunas llegaran directo al corazón. No era desagradable era lo contrario.
Ahí note quien era ese pequeño, era el diablo. No tenia miedo de el, al final me dieron mas ganas de matarme, irme al infierno disfrutar del dolor eterno -Adelante, tírate yo no me iré, cuando ya estés muerta te buscaré y te guiare hacia la condena eterna -Continuaba sonriendo tan engreída mente el pequeño demonio, al parecer deseaba bastante mi alma impura. Yo estaba feliz, al fina después de todo alguien quería esta alma inmunda.
Al pensar bien esa situación, di media vuelta. Observe a las personas que se encontraban a mis pies con sus ojos opacos, tirados en el suelo y en sus rostros salpicaduras de sangre. En eso para mi misma pronuncie.
- Que maravillosa vista- Sentí unas manos en mi espalda, eran grandes y frías.
- Tienes toda la razón, querida. Es realmente maravillosa esta vista, que pena que sus almas sean tan puras y bondadosas, así me las podría llevar igual que la tuya - Acaricio mi rostro, y con sus dedos que parecían verdaderos cuchillos, causo heridas en mi piel, y sentía el goteo de aquella deliciosa sangre que se desbordaba por montones- Vamos, termina luego con tu infelicidad y ven a mi- Intentaba mantener la compostura, era tan notorio que deseaba reír a carcajadas. Cerré mis ojos y me acerque al precipicio, y me lancé. Mientras caía se oían unas campanas sonar, anunciando la hora de mi muerte. No vi nada en el momento de caer, solo de un momento a otro sentí el frío cemento de la acera.
Vi como estaba mi cuerpo tirado en el suelo, era raro ¿como era posible lograr eso?. Y Ahí note que no estaba en mi cuerpo mi alma se había separado de él, ahora me encontraba en el subsuelo observando todo aquello, las paredes eran pantallas gigantes en una mostraban mi cuerpo lleno de sangre, y en el otro se apreciaba mi vida, personas, momentos, lugares vividos. Poco me importaba verlos, ¿para que? esas era ataduras que quería dejar de lado.
Al final del corredor en el que me encontraba, vi al pequeño diablillo muy contento con un traje rojo. A su espalda había una gran puerta dorada, con algunas calaveras que le adornaban.
En cada extremo, habían dos esqueletos con una bata larga de seda negra con capucha y en su mano izquierda una oz custodiando la entrada. El niño desapareció, y reapareció a mi lado.
Tomó mi brazo y me condujo hacia la puerta, los guardias abrieron las abrieron sin ningún esfuerzo, pensé que seria más complicado, por tratarse de un metal, pero no me distraje por cosas irrelevantes.
Al ver el lugar consumido por las llamas, el color rojizo abundaba en el lugar, un río carmesí atravesaba con gente en su interior que gemía y pedía auxilio, para ver si alguna alma piadosa pasaba por aquel lugar de agonía y sufrimiento eterno.
-Bienvenida a tu hogar en el cual estarás por toda la eternidad - Un voz más fuerte pronuncio aquello, resonó en todo el lugar, fue más fuerte que los gritos de sufrimiento y desesperación. Mis ojos se dirigieron hasta una torre bastante alta, era de color negro con algunos detalles dorados y rojos. Ahí había un hombre muy atractivo, con tez blanca, ojos azulinos,cabellera negra y muy bien vestido, que cualquier mujer se enamoraría.
Salto de aquella torre, y quedo al frente mio, me miro y toco mi rostro y caí a sus pies, mi vista se nublaba más y más, perdí todo sentido del cuerpo, y me dijo
Que comience la diversión, disfruta tu estadía aquí en el infierno.
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